PADRE TE PIDO TODAS LAS CRUCES

393Te pido todas las cruces y sufrimientos
que Tú, Padre, me tengas preparados.
394Libérame de todo egoísmo,
para que pueda satisfacer tus más leves deseos;
hazme semejante, igual a mi Esposo;
sólo entonces alcanzaré la felicidad y la plenitud.
395Nunca habrá nada, Padre, que no puedas enviarme;
haz todo lo necesario para doblegar mi yo:
únicamente Cristo viva y actúe en mí,
y yo en El sólo te cause alegrías.
396Padre, nunca me mandaras una cruz o un dolor
sin darme abundantes fuerzas para soportarlo.
en mí el Esposo comparte mi carga entera
y la Madre vigila: así somos siempre tres.
397Pero si tu voluntad es preservarme del dolor,
sólo quiero complacer tus deseos de Padre;
entonces te pido: aparta de mí la adversidad;
para mí Tú eres la única estrella de vida.
398Hasta ahora tuve yo el timón en las manos;
en el barco de la vida tan a menudo te olvidé;
me volvía desvalido hacia ti, de vez en cuando,
para que la barquilla navegara según mis planes.
399¡Concédeme, Padre, por fin la conversión total!
En el esposo quisiera anunciar al mundo entero:
el Padre tiene en sus manos el timón,
aunque yo no sepa el destino ni la ruta.
400Ahora me dejaré conducir ciegamente por ti,
quiero escoger sólo tu santa voluntad;
y como tu amor me guarda siempre,
atravieso contigo por las tinieblas y la noche. Amén.

CONSIDERACIÓN

401Aquel que por la Inscriptio
rescata su libre voluntad
de la dura caparazón del egoísmo,
se yergue sobre todos los afanes de este mundo,
resulta siempre vencedor
en los campos de batalla.
402Aquel puede unir su voz alegremente
a la esposa del Cantar de los Cantares,
que vive dichosa en la fragua del amor y dice:
"Cuando mi Amado abre sus labios,
se derrite mi alma
como cera entre las brasas ardientes."
403La esposa del Cantar
no sabe de caprichos propios.
El Amado la rige
hasta en lo más insignificante:
es como la cera blanda, que coge la forma
que le ha forjado el sabio modelador.
404El modelador es el Dios del amor eterno:
Es el Pastor
Que, lleno de solicitud,
por tierras de agitación desolada
busca a la pequeña oveja perdida
hasta contarla nuevamente en el rebaño
405Es la Madre, que nunca olvida,
ni en los días de tormenta,
al niño que llevó en su seno.
Es como la Gallina, que cuando el enemigo
amenaza a los polluelos,
los cubre con sus alas.
406Es el Rey, que con su escudo potente,
lleno de amor y sabiduría,
nos rodea y protege
para que aun en las batallas más feroces,
ni la más pequeña nube
turbe nuestra paz.
407Es el Águila, que en sus alas vigorosas
lleva hacia el sol
a los débiles polluelos.
Es el Padre, que al hijo pródigo
lo sienta en el torno de hijo
y le prepara un banquete.
408Porque Él lo desea,
la esposa se desprenderá de todo
cuanto turbe la unión de amor;
"odiará" de todo corazón esos impedimentos,
aun cuando sean parte
de su carne y de su sangre.
409"Quien venga a mí
y no odie padre, madre,
mujer, hijos, hermano y hermana,
quien no quiera consagrarme su propia vida,
nunca podrá ser
discípulo mío verdadero".
410"Quien no pueda cargar agradecido
el peso de su cruz,
jamás se atreva a decir
que es de verdad fiel discípulo mío;
aquél lleva sin derecho
el nombre de cristiano".
411El Señor, que dio todo por nosotros,
no se contenta con recibir
la mitad de nuestra vida:
quiere enteros alma y corazón,
y no le basta el resplandor pálido
de una mediocre entrega.
412Nada podrá apartarnos del Señor,
separarnos de El sería nuestra ignominia.
Si El lo desea, hay que desconocer carne y sangre,
desprendiéndonos de ellas
cuándo y cómo El lo quiera,
aunque el sentimiento se rebele.
413Se trata de ganar
ese tesoro enterrado en el campo:
el Dios del amor,
que se descubre tomando altura en nuestras vidas.
Lo que somos y tenemos, a cambio de El, es polvo,
que pronto se desvanece entre las manos.
414El Señor es la perla preciosa;
ante El se eclipsan todas las grandezas.
Aquel que ha reconocido su valor
y lo ha encontrado,
ése, para poseerlo,
entrega todo con alegría.
415Quien ofrece entera la vida
por causa del Señor,
experimenta la bendición y el gozo
de la vida verdadera;
quien se reserve algo para sí,
será, siempre y en todo, desdichado.
416El Dios que quiere dar
el todo por el todo,
con premura desea de mí una vida de Inscriptio;
no debo temer a los poderes de este mundo;
mi ser y mi espíritu
están para agradar al Señor.
417Libremente le doy el Poder en Blanco,
que vale en cualquier circunstancia:
ésta es la fuente de mi felicidad.
Lo que El quiere, permite o dispone
es bueno para mí;
así me lo dice la luz de la fe.
418Eso es lo que he experimentado
en innumerables ocasiones
a través de mi larga existencia;
ocurrió así cada vez que, filialmente,
dejé que El actuara,
aun cuando sobre mí se cernía la tormenta.
419Quien, como Cristo, el Esposo,
funda toda su existencia en el Padre
y con su vida proclama la Inscriptio,
irradia siempre una gran tranquilidad,
aun cuando la tempestad
ruja en torno a la casa.
420Aquél es comparable
a un monte elevado,
al pie del cual soplan vientos borrascosos,
pero cuya cumbre brilla
en medio de una eterna calma,
de la que brota siempre una dichosa paz.
421Quien por su fe ve a Dios
tras todas las cosas,
con su oído percibe claramente
la voz del Padre;
siempre su corazón de niño está pronto
a entregarse a El, lleno de felicidad.
422Aun cuando el Padre
permite sufrimientos,
el hijo los sabe asumir dentro del amor,
besa la mano que sostiene su destino
y en oración
permanece vuelto hacia El.
423Nunca hace como el perro,
que muerde con rabia
la piedra que bruscamente lo saca del reposo;
descubre tras cada piedra
la amistosa mano del Padre,
que lo invita a ir hacia el hogar.
424Así concluyó también
Job en su sufrimiento:
"El Señor me lo dio
y El me lo quitó".
No dijo: "Me lo dio el Señor,
y su don me lo arrebató el Demonio".